20180328_000737

Gorillaz y Metronomy, música de bestias eruditas y excéntricas

De la nación de los buenos modales y la etiqueta nos llegan unos artistas con un espíritu totalmente salvaje pero a la vez sofisticado; con un amplio vocabulario musical y experimentada técnica de composición, pero expresados a través de puro instinto animal. En una noche que se hizo posible gracias a la organización y tecnología de la dimensión racional del ser humano, Gorillaz y Metronomy nos recuerdan que la sensibilidad artística aún nace de aquel cavernícola que pintaba en las cuevas, como un indeleble tatuaje genético que todos llevamos dentro y no queremos – ni podemos – dejar atrás.

El tan esperado momento finalmente llegó. Un momento ansiado por una generación entera que creció pasando sus tardes mirando videoclips en MTV durante la primera década del nuevo milenio. Gorillaz, la ya histórica banda virtual que fusionó música con caricatura; que antes de tiempo anticipó la unión sin fronteras entre el hip-hop, el rock, y la electrónica que hoy en día se convertiría en norma, pisó la tierra guaraní con una pandilla enorme de artistas – entre coristas y colaboradores.

Ante el ansioso público, inicia la jornada con una trilogía cronológica de temas que pertenecen al primer, segundo, y tercer álbum respectivamente; el rock más tradicional y puro de “M1 A1”, el extraño “Last Living Souls”, y la hipnótica calma de “Rhinestone Eyes”. Luego de un breve video introduciendo al “vocalista” virtual de la banda (2-D), con un paso atrás en el tiempo vuelven al disco Demon Days (2005) con “Tomorrow Comes Today” y “Every Planet We Reach Is Dead”.

Tras la segunda introducción – la de Murdoc – llega lo que sería el primer tema del último álbum “Humanz” en el setlist del día: “Saturn Barz”. Saturn Barz es una curiosa mezcla entre trip-hop y reggae. Tiene un aire oscuro, incluso malvado, y no en la manera ligera, cómica y caricaturesca de “Clint Eastwood” por ejemplo. El tono es un tanto más “serio” que su trabajo anterior; el disco entero lo es. Más evidente aún se hace este hecho cuando continúan con “19-2000”, uno de los más icónicos temas de la banda. En el contraste, es imposible ignorar que los miembros ficticios de Gorillaz tenían un rol más protagónico en el pasado.

Da la impresión que en este disco la banda virtual de 2-D, Murdoc, Noodles y Russel pasó a segundo plano. “Humanz” es más bien un álbum solista de Damon Albarn con algunos colaboradores, y no aquella ficción infiltrada en la realidad que alguna vez revolucionó el mundo de la música popular. Solo podemos especular qué pudo haber causado este cambio tan drástico en el enfoque del proyecto.

Tanto Damon como el cofundador y caricaturista Jamie Hewlett – si bien cercanos amigos cuyos hijos crecieron juntos – fueron siempre grandes egos que constantemente chocaron por discrepancias en sus visiones artísticas. Jamie mismo empezó a notar que cada vez había más gente real en el stage y menos de las icónicas caricaturas que originalmente dieron personalidad a Gorillaz. Este conflicto en particular motivó que “rompiesen” y no se dirijan una sola palabra entre el 2011 y el 2014. “Lo peor sobre mi es mi ego” dijo alguna vez Damon. Había empezado este proyecto originalmente con la intención de que nadie sepa que él estaba detrás, pero a medida que se desencubría cada vez más su identidad, también se vio él cada vez más consumido en el infame ego del que intentó escapar.

Ya que se apropió de la personalidad de la banda, hablemos un poco de su persona.

En persona Damon aparenta ser prácticamente el ideal de un gentleman inglés; bienhablado, educado, cordial, culto y cosmopolita pero de actitud serena y relajada. En el stage, sin embargo, se convierte en un ser completamente diferente. Un alter ego pícaro, juguetón, primate. Pareciera que guardó todas sus inhibiciones civilizadas en un cajón del hotel antes del show, pues su expresión era completamente desenfrenada, desatada, y descontrolada, como si fuese un animal con la inteligencia del ser humano pero sin la conciencia de sí mismo que lo caracteriza – y ata. La intro del tema “Ascension” llamada “I Switched My Robot Off” pone en evidencia exactamente eso; en éste proyecto hay una deliberada desconexión de la mente “educada” por la sociedad moderna para reencontrarse con el reprimido animal interior. Uno que debimos reprimir para crear esto llamado civilización que nos permite a la vez realizar esto llamado “festival”. Parece contradictorio que sigamos buscando nuestra parte animal incluso después de civilizarnos, ¿pero no es acaso precisamente eso lo que nos hace sentirnos verdaderamente vivos entre tanta robótica sistematización y rutina? ¿No es acaso eso lo que nos mantiene “humanos”?

Si bien Jamie, el encargado de los diseños y la narrativa de Gorillaz, perdió mucha influencia en el proyecto para éste último disco, igualmente Damon y su pandilla lograron dar un fantástico y variado espectáculo, cerrándolo con el infaltable “Clint Eastwood”. Irónicamente es el video de éste tema el que demostró al mundo el potencial de una banda ficticia. Esperemos que Damon y Jamie se sobrepongan a sus diferencias – y sus egos – para brindarnos nuevamente esa visión artística unificada que tuvo Gorillaz alguna vez.

Metronomy, por su parte, estuvo impecable.

Tal fue la descarga de pura energía e ímpetu musical en cada uno de los temas de su actuación en vivo que las versiones de estudio no le hacen justicia. Empezaron la descarga a lo grande con “Back Together”, un tema que solo se puede describir como “totalmente loco”. Entre vertiginosas escalas de sintetizador, riffs de guitarra geométricos y una batería precisa pero neurótica a la vez, pareciera que se va a desarticular en cualquier momento. Cambia de estados de ánimo como si nada, de un lado para otro. Aun así, sostiene una especie de cohesión en el desorden. Todo mientras las voces mantienen una absurda conversación. Algo así normalmente no funcionaría fuera del contexto de la música experimental, pero sí que funciona, y muy bien. En su propia manera, es incluso bailable. Los de Metronomy definitivamente saben lo que hacen.

Es evidente que son “nerds” de la música, pues llevan bajo la manga un sinnúmero de influencias, licuádolas todas en su ecléctico pop/rock/synthwave sin discriminación alguna. En ciertos temas, los sintetizadores incluso sonaban como si viniesen directamente del soundtrack de algún juego de Super Nintendo.

La banda prácticamente sudaba excentricidad. Cuatro teclados, de los cuales dos se apoyaban en posición vertical, una baterista que – apropiadamente – parece un metrónomo humano con postura perfecta, un bajista con una especie de camisón psicodélico, y un frontman que cuando se detenía a hablar era imposible discernir si estaba siendo genuino o irónico. Cada uno parecía un extraterrestre de un planeta diferente al otro. Pero es exactamente aquel espíritu ecléctico lo que todos compartían.

El viaje musical de Metronomy culminó aterrizando la nave espacial con hits de “Everything Goes My Way”, “The Look” y “Reservoir”. La gente no paró de bailar, gritar, agitar la cabeza y colgarse en trance. De principio a fin mantuvieron al público completamente atrapado. Su verdadera fiesta de show fue sin dudas una de las grandes cumbres del festival entero.




No hay comentarios

Añadir más