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¿Qué hace una reseña de Megadeth en un sitio como Brit Noise?

El grupo californiano de thrash metal quizás no guarda mucha relación con los sonidos aquí pregonados, pero cuando un show de esta magnitud ocurre en nuestro país, es motivo de celebración. Y para eso estamos.

El cuarteto liderado por el polémico Dave Mustaine se presentaba en estas tierras por tercera vez en poco más de diez años; algo categóricamente histórico en sí. Ahora bien, contemplando la deplorable situación vivida aquella fría noche del 2016 cuando tras apenas seis canciones su show quedaba cancelado, esta ocasión encarnaba una especie de revancha tanto para la banda como para el público en sí.

Pero vayamos por parte.

Primeramente no podemos decir que Kuazar apenas calentó los motores. El trío local merece más respeto. Su breve, pero contundente presentación, no hizo sino confirmar que se trata de uno de los grupos en mejor forma de la escena paraguaya. Centrándose en su óptimo “Hybrid Power”, Kuazar se llevó una más que merecida ovación de los presentes, que aclamaron a rabiar cada tema, especialmente “Machete Che Pope” y “Kuriju” en poco más de media hora de rabiosa demostración musical.

A continuación, tras una breve pero ansiosa espera, poco después de las 21:00 los primeros acordes de “The Sick, The Dying and The Dead” daban inicio a un show que no daría treguas en lo absoluto. Al grito de “die, die, die” el buen número de asistentes comenzaba a hacerse notar en ese lazo tan peculiar entre público y artista. Y con apenas la segunda canción “Skin o’ my teeth” sucedía la primera de los muchas ovaciones de la noche. Fueron estos dos temas los necesarios para ajustar un sonido que pasó de regular a ser demoledor; así también el escenario contó con un soberbio juego de luces que contrastaba con la simplicidad de la puesta en escena, sin pantallas, ni videos, ni otras imágenes, salvo un telón con el nombre de la banda y la imagen de su Vic Rattlehead.

Obviamente aquí lo prepondera es la música y, en ese sentido, Megadeth está a la vanguardia mundial. El cuarteto es un tren, un tractor, un tanque, una aplanadora; en realidad inserte usted, amigo lector, el vehículo de su preferencia y estará en lo correcto.

Cada miembro se destaca notablemente en sus instrumentos; Dirk Verbeuren aporrea a su batería con fuerza y precisión impresionantes, el “chico” Teemu Mäntysaari saca filo a cada solo de guitarra y parece estar ya muy cómodo en el grupo, y James LoMenzo aporta más clasicismo en el bajo, con una asonancia realmente “vibrante”. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, donde tiene de situarse y todos y cada uno intercambia protagonismo como la aceitada máquina de thrash que es. Y al pelirrojo no se le puede objetar nada; luego de vencer al cáncer y soportar todo tipo de vicisitudes, verlo tocar, sacudir la melena y cantar como todavía lo hace es admirable. Ya no llega a sus antiguos tonos agudos, pero a sus 62 años, el viejo le saca a cualquiera de paseo. Mención aparte a su breve discurso en referencia justamente a su última visita donde confesaba que ciertamente se trataba de un desquite. “Debíamos tocar en Uruguay, pero TENIAMOS que venir a Paraguay,” expresó, ante la ovación de la gente. En el resto de la noche se lo notó muy animado y, por qué no, muy pireporá (de buen humor para los chetos).

La otra parte del set fue mucho más clásico que sus presentaciones en Perú y Chile, con cinco temas de esa joya llamada “Rust in Peace”, brillante Mäntysaari en “Tornado of Souls”, tres de “Countdown to Extinction” y varias de la vieja escuela, con particular destaque a “Wake Up Dead”, “In My Darkest Hour” y, como no, “Mechanix”.

El cierre con ese himno thrash llamado “Holy Wars”, tan vigente como hace 34 años, tras una hora y media de música quizás quedó corto, pero nunca falta el tema que falta, valga la redundancia. Mustaine agradeciendo y hasta bailando un ratito después de la despedida no hizo otra cosa sino que confirmar su buen humor. La revancha se cumplió a cabalidad.

Para cerrar esta nota, les comparto un par de anécdotas: Saludando a mi gran amigo Mario “Chucky” Fanego, me apuntaba que había ido con su hijo, Ale, y que se trataba de su primer show internacional. A partir de ahora el pibe la tiene difícil, porque lo de anoche fue realmente
arrollador.

Anécdota dos: otro gran amigo, Juanma Ramírez, me decía “God Bless America” ante tanta elocuencia musical del grupo norteamericano. Pero considerando que Megadeth ahora tiene a un finlandés y a un belga en sus filas, la cuestión se volvió más internacional. Y de eso se trata la música: de su universalidad. Y cuando llega a niveles tan excelsos como lo vivido anoche, trasciende todo tipo de fronteras y no queda otra cosa que hacer sino celebrarla.

¿Qué hace una reseña de Megadeth en Brit Noise? Celebrar la buena música, que para eso estamos!

 




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