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Eyesight: una espera que valió la pena

Sin lugar a dudas, este será mi review más extenso jamás redactado; quizás no en cuanto a su longitud, pero definitivamente sí en cuanto a historia.

Los antecedentes: Recuerdo haber escuchado a Eyesight, casi sin querer, durante una reunión con amigos, allá por 1997. La reacción que tuve fue similar a la que tuvieron muchas otras personas: ¿este pio es Zethyaz, el de Sabbaoth? De todas formas, ese “Shields of Leaves” me pareció inesperadamente extraordinario, con su conjunto de canciones tan simples como emotivas, que escuché sin parar durante unos buenos meses en aquel ya lejano año.

Luego, ya con la celeridad y el avance de los tiempos modernos, el rock nacional se volvió más productivo, surgieron nuevos grupos y, afortunadamente, nuevos materiales, entre demos y discos. El nuevo milenio había comenzado y un manojo de incipientes boliches daban espacio y cabida a conciertos de música local de diversos estilos. Es así que en el 2001, hubo un ciclo de los entonces famosos shows unplugged en el ya célebre “Mr. Jones”, de la calle Mcal. López, con esos DJs tan juky que tenían, ¿recuerdan?

Es así que en uno de esos desenchufados conciertos, me encuentro con un desprevenido Zethyaz y como quien no quiere la cosa le sugiero participar del espacio en cuestión. De esta manera se inicia una extensa e interminable rotura de bolas de mí parte hacía el músico, en la que acaso mi único tema de conversación recaía en esa fastidiosa solicitud de poder estar en algún concierto de Eyesight, ya en el lugar que sea. (Mr. Jones ya había dejado de existir, lastimosamente).

La actualidad: Décadas después, cuando en el 2019 aparece esa maravilla llamada “Forking Paths”, ya con un estilo elaboradamente modificado pero igual de placentero, el fan vehemente revivió con elocuencia. Afortunadamente, esta vez la misma petición tuvo eco y promesa de algún conciertito por ahí. Fue de esta manera que unas cuantas buenas canciones más, unos videos de gran facturación y una pandemia más tarde llegó la noche del 5 de noviembre.

Esta vez, la cosa se desarrolló en “The Jam”, un bolichito que da espacio y cabida a conciertos y otras expresiones artísticas locales (¿te suena?). El reencuentro previo con viejos amigos y caras familiares de tantas noches de música de antaño, los saludos, abrazos y charla distendida constituyeron su propio show de apertura. Poco después y con la casa llena, las luces y toda esa espera se disiparon.

Ya en el tridente de canciones del arranque, con “Jerico Flower”, “Our Ashes” y “Radiant”, se aprecia la calidad de la conformación actual del grupo; el sonido y las luces envuelven intachablemente al recinto y a su público. Así también se notan influencias de notables bandas desde Pink Floyd, Depeche Mode o Joy Division, pasando por Porcupine Tree o Alice In Chains, esa colosal “The People of the Morning After” así lo asegura (personalmente, mi favorita de la noche); sin embargo, entre tanto otro sonido se percibe una identidad propiamente distintiva de la banda.

Al culminar otra tanda compuesta por “Un signo en la distancia” (sí, en español), “Counterlight” y “Tainted Voices”, la banda se toma un respiro y Zethyaz me permite regresar a aquellos primeros meses de escucha incesante del 97 con su par de covers de los mencionados Pink Floyd y una sentida “Star’s Enigma” de aquel primer espléndido disco. La anécdota de su guitarra y las garras de oso no hacen más que fundir a todos en un alegórico abrazo y, aunque me hubiera encantado escuchar “The Sound of Falling Leaves” o “Butterfly Cemetery”, el grupo retoma su conformación de inicio y da paso a “Cure” y una gran rendición de “Daggers into Bells”, que personalmente me
llegó hasta tuétano.

Es aquí que podemos destacar la labor de la conformación actual de Eyesight, con Jorge Barrios (bajo y coros), Paulo Lezcano (guitarra y coros), Guille Gayo (batería), Juan Andrés Colmán (guitarra, teclados, voz y coros) y, lógicamente, Zethyaz (guitarra y voz). Verdaderamente han sido muy pocas las veces en las que me resulta imposible la tarea de destacar a uno por encima de otro, tanto instrumental como vocalmente, incluyendo unas logradas armonías en gran cantidad de pasajes. Y sí, así de bueno estuvo todo.

El cierre del concierto, de la mano de “Forking Paths”, una muy original versión de “Fragile” de Sabbaoth, “Trampoline” y “Eclipse” de Pink Floyd nuevamente, dejaron a todos los presentes con un sabor sumamente agradable, tal como se manifestaron en el local y en diversas redes sociales.

Sepan disculpar la extensión del texto. Me parece que lejos de realizar una crítica, me deshice en cumplidos. Y aunque soy acaso más fan que otra cosa, esta vez todo es realmente más que merecido. Sólo espero que no pasen otros veinte años para recibir nuevas canciones o disfrutar de otros conciertos. Lo de esta vez fue, para no extenderme demasiado (¿¿??), extraordinario.

Ojalá esto se vuelva frecuente; no me gustaría volver a romperles las pelotas durante otros veinte años.




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